martes, 20 de abril de 2010

DELE: Actividad 2




Os propongo una actividad de Comprensión lectora.

ACTIVIDAD: LEE DETENIDAMENTE ESTE TEXTO
¿Puedes decir la idea principal?

Viaje a la Alcarria (1948), de Camilo José Cela

La del alba sería… No; no era aún la del alba: era más temprano.
El viajero, a los pocos días, se levanta a la última noche, la más negra, antes incluso que los grises, menudos pájaros de la ciudad. Se viste con luz eléctrica, en medio del silencio. Hacía años ya que no madrugaba tanto. Se siente una sensación extraña, como de sosiego, como de descubrir de nuevo algo injustamente olvidado, al afeitarse a estas horas, cuando todos los vecinos duermen todavía y el pulso de la ciudad, como el de un enfermo, late quedamente, como avergonzado de dejarse sentir.
El viajero está alegre. Silba, aproximadamente, la coplilla de una película y habla, poco más tarde, con su mujer, que se ha levantado a calentarle el desayuno. El viajero está casado. Los viajeros casados, cuando se echan a andar, tienen siempre, a última hora, una persona que les calienta el desayuno, que les da conversación mientras se afeitan a la estremecida luz eléctrica de la mañana.

El viajero, una hora antes de la salida del tren, baja las escaleras de su casa. Antes se ha ido a despedir de su niño pequeño, que duerme, tumbado boca abajo, como un cachorro, porque tiene calor:
- Adiós. ¿Llevas todo?
- Adiós. Dame un beso. Creo que sí.
El viajero, al llegar a la calle, va cantando por lo bajo. Tiene mal oído y las canciones no sabe sino empezarlas. El metro está cerrado aún y los tranvías, lentos, distantes, desvencijados, parecen viejos burros abultados, amarillos y muertos.
El viajero tiene su filosofía de andar, piensa que siempre, todo lo que surge, es lo mejor que puede acontecer. Se va mejor a pie, andando por el medio de la calle, oyendo cómo rebota sobre las casas el sonar de la clavazón del calzado. Las casas tienen las ventanas cerradas y las persianas bajas. Detrás de los cristales -¡quién lo sabe!- duermen su maldición o su bienaventuranza los hombres y las mujeres de la ciudad. Hay casas que tienen todo el aire de alojar vecinos felices, y calles enteras de un mirar siniestro, con aspecto de cobijar hombres sin conciencia, comerciantes, prestamistas, alcahuetas, turbios jaques con el alma salpicada de sangre. A lo mejor, las casas de los vecinos venturosos no tienen ni una sola matita de hierbabuena o de mejorana en los balcones. A veces, las casas de los vecinos ahogados por la desdicha, señalados con el hierro cruel del odio y la desesperación, presumen de un balcón de geranios o de claveles rompedores, gordos como manzanas. Es algo muy misterioso la cara de las casas, daría qué pensar durante mucho tiempo.
El viajero, dándole vueltas a la cabeza, va por las tapias del Retiro, llegando a la Puerta de Alcalá. Ve muy claro todo lo que piensa, y un poco confuso, quizá todo lo que ve. El día fuerza por levantarse, cauto, desconfiado, sobre los cables más altos, sobre las últimas azoteas de la ciudad, mientras los gorriones recién despiertos chillan, en los árboles del parque, como condenados. En el parque también, sobre la yerba, la república de los gatos cimarrones, dos docenas de gatos sin fortuna, sin amo, dos docenas de gatos grises, malditos, sarnosos; de gatos que, sin un sitio al lado de ningún hogar encendido, deambulan en silencio, como aburridos presos sin esperanza o enfermos incurables, dejados de la mano de Dios. […]

2 comentarios:

  1. ¡Hola!

    El texto describe todo lo que piensa, se siente y ve el viajero en el principio del día de su viaje a la Alcarria.

    Fatima el jaoujat

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  2. Claro que sí, Fatima, así es, esa es la idea principal del texto. Me alegro de que lo hayas comprendido fenomenal. Sigue adelante.

    María Ángeles.

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